Hay veces en que se nos instala una sensación en el pecho, un peso o una opresión, lo sentimos de un momento a otro y no sabemos de donde ha salido, o aunque nos damos cuenta de su causa, no somos capaces de quitarlo de encima, de adentro. Considerando que llevo alrededor de 5 días con una sensación tal y portándome mal en la escritura del blog, me di cuenta cuan relevante era abordar esta desagradable sensación que tantas de nosotras/os llegamos a sentir cotidianamente.
 salir de la angustia

Primero darse cuenta de que algo está pasando

Tengo la costumbre de escuchar con mucha atención lo que me pasa, lo que siento. Esta capacidad de sentirme y mirarme me ha llevado a momentos de profunda introspección, pero también profunda angustia. Dependiendo de cuan centrada esta, de cuan ordenada esté, la misma capacidad de mirarme puede llevarme a lugares muy agradables o muy desagradables. Lo peor es cuando no puedes identificar con claridad qué es lo que te está ocasionando la sensación. Si no eres capaz de capear la ola, tienes que aprender a utilizar los medios a tu alcance para que la ola no te arrastre y termines deshecha en la playa con el traje de baño por cualquier parte y sintiendo que te vas a ahogar en la misma orilla del mar.
Si tu piensas que no tienes esa capacidad, quiero que lo pienses dos veces. Todas/os tenemos la capacidad de sentirnos, pero muchas veces y más comunmente de lo que debiera ser, las personas apagan esa función, consciente o inconscientemente. ¿Por qué? Básicamente por que sentir algo desagradable para lo que no encuentras solución inmediata o cercana, es para muchos, insoportable y prefieren por tanto distraerse o desconectarse.

Nuestras funciones de apagar el sistema

Hace muy poco leí un artículo maravilloso de Tara Brach, una psicóloga y profesora de Mindfulnes que ha sabido integrar la sabiduría de la meditación al espacio terapéutico. En el hablaba del caso de una paciente que había sido violada por su padre cuando pequeña.
El caso es detallado con total pertinencia describiendo como la chica estaba totalmente congelada emocional, física y socialmente al momento de entrar a la consulta.
A través de un trabajo terapéutico muy cauteloso Brach fue capaz de llevarla al momento en que ella había generado el mecanismo de protección para poder sobrevivir lo que estaba viviendo en su infancia.
Concretamente había anidado y encapsulado las emociones en ciertas partes de su cuerpo con la promesa de que algún día, cuando fuera otra vez seguro pudiera volverlas a sacar y sanar lo que había experimentado.
Esta experiencia le pudo hacer sentir que el hecho de haberse congelado en realidad había sido un acto más amoroso de una parte muy pura de ella misma que necesitaba ser protegida. Poco a poco, la que estaba encapsulado podía empezar a salir.
Sea cual sea la experiencia que estamos teniendo y especialmente cuando pasamos por procesos emocionales traumáticos o muy difíciles -activamos si no hay otra opción-, mecanismo que nos permitan seguir viviendo y funcionando.
El problema surge cuando una vez pasado el problema o la situación de peligro seguimos funcionando como si estuviéramos allí. Ese es el signo de que necesitamos darle más energía al tema y considerar hacer un proceso terapéutico más profundo. No es tan fácil salir del «modo emergencia», aunque no es imposible.
Por otra parte esto también se manifiesta respecto de hábitos de conducta, emocionales o físicos nocivos, que en última instancia nos pueden llegar a producir una profunda sensación de angustia.
Recuerdo cuando me encontré con esa charla de Tony Robbins en la que hablaba de que para entrar en un estado depresivo uno debía seguir un camino específico de rutinas y conductas emocionales y mentales. No era algo que se producía de la noche a la mañana, no es algo inmediato. Como cualquier otra cosa, como también lo hacen las enfermedades, tomamos una serie de pasos, decisiones y demás que nos llevan a un punto que podemos identificar como depresivo. Cada cual tiene su sistema. Todos creamos nuestros estados anímicos con un cocktail fantástico de pensamientos, acciones, situaciones que si pudiéramos agrupar secuencialmente, veríamos que se repiten de manera efectiva y precisa para producir también ciertos estados anímicos que podemos reconocer muy bien.
Algunos de esos caminos los conozco muy bien e incluso los puedo detener a tiempo, pero otros me caen encima como cachetazos rápidos y certeros que si no logro abordar a tiempo me dejan bastante rato con un mal sabor en la boca.
Ahora en este preciso momento me siento así. Pero también justo hoy logré identificar por que. Viví una situación durante el fin de semana que me dejo muy angustiada. Al día siguiente me distraje y la situación desapareció de mi vista, pero no la sensación. La sensación sigue conmigo.
Algo tengo que hacer con eso y mientras no lo haga estará allí molestándome como una mosca en el oído.
El poder de darse cuenta de qué es lo que te produce angustia, hacer algo al respecto y cambiar la dinámica es una de las mejores formas para liberar un tema, pero hay muchísimas veces que la ruta y la forma no queda tan clara y ahí es cuando podemos pasar días pasándolo mal y considerando seriamente apagar el sistema por completo o simplemente entrar en un espiral de distracción sin fin.
En esos casos es muuuuy bueno poder meditar.

Si la solución no está a la mano, hay que ir más lejos

Nuestra mente funciona la mayoría de los casos como una red de relaciones neuronales directas que mientras más transitadas, más reforzadas se encuentran.
Cuando se trata de mentalidades, es decir que tiendas por ejemplo a pensar que las causas de las cosas son siempre las mismas, tienes el problema de que rara vez te puedes liberar de una manera de pensar que siempre te lleva al mismo punto.
Necesitamos entonces algo que nos saque del camino, que nos permita pensar y más importante sentir desde otro angulo.
Visualiza tu cerebro como un vasto territorio. En él hay zonas donde hay mucho tránsito e igual que en el campo, cuando una ruta es transitada muchas veces, comienza a quedar una huella. Esa huella se vuelve más gruesa y marcada a medida que se vuelve más habitual y por supuesto cuando uno encuentra una huella en un lugar donde uno no sabe muy bien por donde ir, tiende a irse por ahí confiando en que el camino más transitado es el mejor o el más seguro.
No siempre es así.
Muchas veces necesitamos ir a ciertos lugares de nuestro cerebro para alcanzar soluciones que se encuentran muy alejados del mundo en el que habitamos normalmente. Cuando es así, entonces lo habitual no funciona y peor aún nos lleva de vuelta a lo mismo una y otra vez. Entonces como salir de la huella de comportamientos, emociones que tan cuidadosamente hemos trazado?
Si lo has intentado puedes saber con certeza que no es sencillo, que de hecho es bastante difícil desarticular un patrón de conducta al que estamos habituados a tal nivel que pensamos en él como si fuera parte de nuestra personalidad.
Los cierto es que eso no es más que un hábito y por suerte hay maneras muy eficaces de salir del mismo.
Ahora yo estoy terminando este articulo después de entender a que iba mi angustia, de tal modo que ya se como salir y de hecho está muchísimo mejor. Pero para hacerlo utilicé varias herramientas que me ayudaron a conectar con lo que no estaba viendo.
Ahora, quiero recalcar que generalmente lo que no vemos, no lo vemos porque es algo difícil o que nos duele. Si tenemos una sensación de sin salida respecto de un tema, tenderemos a huir en vez de quedarnos ahí, aceptar lo que estamos sintiendo y observar con mucha paciencia si no hay luz por ninguna parte.
Estando ahí, siempre, siempre hay algo de luz. Pero primero hay que estar ahí, y como dice Eckhart Tolle, no es una experiencia agradable, pero te traerá gran sabiduría.

La paradoja de salir

«La salida es hacia adentro»
 
Quiero darte algunas de las herramientas que yo ocupo. Las formas en las que yo salgo de ese lugar donde no quiero estar y en el que me he metido a mi misma. Tengo la firme idea de que cuando las cosas llegan a angustiarte es porque han pasado una serie de cosas antes que han tratado de advertirte que algo esta pasando y que tienes que mirar o abordar. Si no hacemos algo a tiempo la cosa va subiendo el volumen y se va poniendo cada vez más desagradable hasta que se vuelve insoportable. Lamentablemente, los seres humanos tendemos a no reaccionar a menos que las cosas se pongan realmente álgidas y entonces nos vemos forzados a observar lo que estamos viviendo.
Ideal sería darnos cuenta cuando las señales son más suavecitas, pero no siempre se puede.
Entonces. Cuando ya estamos ahí, es hora de entrar. Piénsalo como el océano. Nuestro estado alterado es como la superficie, llena de olas, movimiento, fuerza, descontrol en medio de la tormenta. Pero si nos hundimos en el agua, es todo calma y silencio. Esto no quiere decir sumirse una catatónica ausencia o estado de distancia con todo lo que nos rodea, sino más bien buscar internamente el punto de calma. Salir del camino y probar algo diferente.
En concreto estas son las cosas que hago yo, para salir del camino, meterme bajo el agua y encontrar el rayito de sol o el hilito que me gue de vuelta a la calma.
  1. Hablar con alguien que te de REALMENTE una visión distinta de las cosas: la clave es tener a alguien así en la vida. Alguien que encarne eso. Alguien que te de una perspectiva diferente y que puedas conversar en profundidad esa visión. Lo que debes evitar es hablar con alguien que reconfirme tu visión o que la haga más grave. Tienes a alguien así? Si no comienza a buscarlo. No tiene que ser alguien que veas comunmente, puede ser uno de esos amigos profundos y hermosos que vemos rara vez, pero que cuando lo hacemos, es fantástico. Integral el valor de alguien así en tu vida. Si no tienes esta posibilidad continúa con las otras.
  2. Escuchar a alguien que hable desde un punto de vista más sabio que el tuyo sobre distintos temas  y que pueda abrir tu mente: Mi intento es ir una vez al año a ver a mi Maestra, pero el resto del tiempo, escucho charlas, leo, o veo videos de otros maestros que han dejado su huella por donde los pueda pillar. También voy sesiones de meditación o encuentros esporádicos. Lo que sea que me mantenga conectada con ese punto de verdad y calma (dos satsang que veo con frecuencia es las de Eckhart Tolle, Mooji y Papa ji).
  3. Meditar: Hace tiempo que no te dejo una meditación, pero creo que amerita. Kundalini Yoga tiene maravillosas meditaciones para cambiar el estado mental. Aquí una de las que más me gustan.

 

Cuéntame como te va y si te han servido estas recomendaciones. Como siempre, me hace feliz recibir tus correos con lo que sea que quieras compartir de experiencia y en los comentarios.

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