
EMM 004: La risa que sana el alma: Payasos de hospital y Clownpamento con Alba, Ciscu Margenat y Julie Pelicand

Notas de la Entrevista:
Ciscu Margenat:
Julie Pelicand
Portland es sin duda una de las ciudades más bellas que he visitado. Más de una vez mientras caminaba entre las casas encantadas, tocando los girasoles colgantes que cruzaban más allá de la cerca, comiendo las manzanas caídas de los árboles o escuchando la música que emanaba de una casa vacía como si fuera una caja musical, cada vez que sentía el aroma familiar de las calles, los dibujos elaborados, los Picachús en medio del jardín, o me sentaba a leer la infinitud de libros que faltaban en mi casa, vida, historia y luego de quedarme mirando largo rato una tienda de la que hubiera querido llevarme todo, pensé que ese era el lugar donde alguna vez yo hubiera soñado vivir. Claramente es la ciudad fundada por Peter Pan. Si la tierra de Nunca Jamás quedó escondida en algún sitio, ese lugar es Portland. No se porqué, la llamada ciudad de las rosas no tiene una estatua de su oculto fundador adolescente en el centro de su parque principal. Todo parece estar diseñado para permanecer en el candor de una magia oculta como aquella de los ensueños. Incluso los trenes, o el aire, venían cargados de esa posibilidad de vivir entre niños, jugando, haciendo que todo en hermosa miniatura parezca perfecto.
Pero luego apareció esta sensación. Quizás fueran las calles vacías, o la distancia infranqueable entre las personas que veía interactuar. Cada vez que me decía a mi misma, yo hubiera vivido aquí me recordaba porqué nunca he querido irme a un lugar idílico a vivir, por qué nunca he salido de Santiago. No puedo negar que soy afortunada. La casa donde vivo es pequeña, pero tiene un jardín dulce de arboles, parrón y frutas. Sin embargo siempre pienso en la historia de los lotófagos. Simpre pienso que hay ciertos lugares que te dan la sensación de estar haciendo algo, pero que eso no sea real. Y que en el idílico escenario que te plantean, se haya oculto un muy hermoso modo de olvidar lo que realmente tienes que hacer. Y eso, desde lo más profundo de mi, me deja con una sensación de sin sentido tremendo. Quizás por eso tengo esta obsesión por generar recursos para recuperar el sentido. Son tantas las maneras que hemos diseñado para perderlo que se me hace urgente recoger cada una de las muchas formas para volver a encontrarlo.
Esta sensación me vino hace algunos años cuando estaba en Berlín y también en Londres. Todas ellas son impresiones distintas -es verdad que cada ciudad es como una persona, no se repite, no es igual, está viva-, y Portland era un especie de portal bizarro a USA, porque allí, se permiten muchas cosas que en el resto del país son imposibles.
Toda la gente era amable, pero sobre todo, las personas que no tienen nada que perder, o los que están aún soñando con ser ellos mismos sin aspirar a nada. Durante el WDS era distinto. Las personas que están allí están buscando diferenciarse, aglomerarse en un grupo de personas “asombrosas“, lo cual de por si genera una especie de euforia, una ansiedad. Esa euforia siempre me ha atemorizado. Lo se porque no me siento cómoda. No pareciera haber suficiente espacio para dilucidar que quiero hacer y yo soy extremadamente lenta. Estoy caminando siempre en un sendero donde tiene que haber tiempo para saber, tantear y determinar lo que vamos a hacer. No para controlar, sino para poder estar presente y no sentir que simplemente estoy reaccionando aceleradamente a la millarada de estimulos que vienen en mi camino.
La razón por la que supongo que huyo de lo idílico es porque no quiero dormirme. La razón por la que no quiero entrar en la vorágine de la euforia y el hacerse parte de una tribu como sea, es porque no quiero perderme de mi misma. Entonces qué quiero? Curiosamente esta fue la pregunta que me asaltó con voracidad abismante en el final del viaje. Podía sentir esa pregunta por doquier como si hubieran enormes carteles en todo el país diciendo ¿Que quieres? y luego miles, millones de respuestas ofreciendo alternativas. Antes de que puedas terminar de formular la pregunta, alguien ya esta tratando de enchufarte una solución.
Siempre vuelvo a ese personaje de la película Laberinto. Sarah acababa de comer el damasco que la hace olvidar y se encontraba en un lugar donde todos los seres llevaban sus objetos amados encima, como parte de su cuerpo, como una graan mochila. Sarah sabía que le faltaba algo y la anciana del lugar, le decía: “será esto querida? Tu muñeca betsi bu, todo esta aquí, nada te falta” y le pasaba y le pasaba las cosas poniéndolas alrededor de su cuerpo, llenándola alrededor, repitiéndose a si misma.
Antes de que puedas sentir y encontrar muy profundo la respuesta de qué es realmente lo que estas buscando, alguien o algo te ofrece una solución y te pierdas en ello, dejas de buscar
Cuando terminó el WDS, tenía que viajar a Seattle y pregunté en el grupo del evento si alguien tenía hueco para llevarme. Apareció este tipo con su pareja. Vivían en Seattle y en pocos días se iba a Machu Pichu por lo que ella iba aprendiendo español. Varias cosas pasaron en el camino, pero sobre todo una profunda y aguda conversación sobre la cultura norteamericana y las sensaciones que yo estaba teniendo y que no sabía con quién compartir. En un momento de la conversación, uno de ellos me dijo. Lo que sucede es que aquí, para la mayoría, solo te das el permiso de relajarte cuando has alcanzado un cierto nivel socioeconómico. Solo tienes permiso para ser quien eres cuando has llegado a ese nivel, porque solo entonces has dejado de necesitar probar algo. Eso, o quedarte al margen de la carrera.
Eso me hizo sentido respecto de USA, pero también me hizo pensar en qué era lo que en mi país o en los otros países, impedía que la gente se diera el permiso de acceder a si misma, de ser quien es. Hay ciertos lugares en los que la gente siente que tiene que probar que es inteligente; otros, probar que es hermosa, o tonta, o sumisa, o poderosa, o rica, o pobre, o cool, o a la moda, o pura, o lo que sea. En verdad el acceso al ser es muy escaso en estos días. Solo que allá parecía más notorio. Más excesivo.
Los días en Seattle fueron dulces y suaves. Otra cosa de la ciudades: Un incendio tenía una parte de la ciudad oculta debajo de la ciudad actual. No recuerdo la verdad de si esto es verdad o no, pero es un recuerdo intrigante por lo que lo escribo igual. Asissi también tiene una ciudad debajo. Una ciudad romana. Y salen pedazos de esa ciudad en medio de las calles, como en Roma, aunque en la capital italiana eso es como una invasión de la decadencia infinita del tiempo, en Assisi es como una especie de guiño. En fin, Seattle, tiene una magnifica biblioteca con varios pisos de libros. Que maravillosas las bibliotecas. Todo eso me dio una nostalgia infatigable de mis epocas de libros. (creo que eso me esta comiendo otra vez). Y así como en algun minuto tuve el fetiche de entrar a los metros (eso sigue) de todo el mundo y los cines, de pronto se me instaló que en USA, el lugar de descanso eran las librerías y las bibliotecas. En Seattle encontré esta novela gráfica. Fascinante.
Hace unos años atrás vi un artículo de los chicos de Superhábitos. En ella, una de las blogueras decía como finalmente había logrado cumplir su sueño de trabajar mientras viajaba en tren. Salía en una foto sentada ante la ventana del tren que corría, mientras escribía en su compu. Siempre, siempre he soñado con estar escribiendo en trenes y barcos (queda pendiente este sueño para este y el próximo año, ya les contaré cuando lo haga), y de pronto cuando me tocó subirme al Starlight que cruza las costa oeste de USA, me di cuenta de que estaba sacando ese sueño de la lista.
Lo del tren da para mucho. A pesar de que solo era un día de viaje (en India, cruzar desde Delhi a Kayamkulam eran viajes de dos días y medio, así que esto era un relajo), tuve tantas impresiones, tantas cosas me tocaron que creo van a aparecer muchas cosas de todo ello. Pero lo que quiero decir es que cuando me senté a trabajar en el tren me di cuenta de que no quería trabajar y que quizás mi sueño no me apetecía tanto. En USA, muchos sueños quedaron aplastados por la realidad. No es que no quiera escribir ni trabajar mientras viajo, es solo que debo recordar la primera máxima de los sueños: la esencia esta en la sensación. Un sueño es en realidad una cápsula de sensaciones y lo que en realidad estas buscando cuando quieres materializar un sueño es reproducir una sensación.
Estar en Nunca Jamas, ir a un congreso de gente asombrosa, ir a la ciudad de los sueños, viajar en tren, encontrarse con la gente con la que sigues y te inspiras, etc no tiene nada que ver con las ideas de esas cosas sino con la sensación que esas ideas te producen o crees que te van a producir.
Si pierdes la verdadera razón por la cual quieres algo, es decir, si pierdes la sensación que en realidad quieres sentir, puede que termines en Timboctú con una angustia galopante porque no sabes que estas haciendo ahí.
Entonces. Sí, todo se resume en lo siguiente. Este viaje fue como una deuda saldada y una revelación para los sueños. Hay sueños que debes cumplir no para gozar, sino para crecer, para entender cual es la verdadera función de los deseos. Este viaje me habló sobre la claridad, pero no de lo que estoy persiguiendo sino de lo que soy y que la única felicidad se haya en esto último, porque del ser emanan todas las otras cosas, todas las otras felicidades.
Un sueño es una zanahoria que te empuja a investigar, descubrir y asentar lo que en realidad andas buscando, pero todo esta aquí, adentro, muy adentro de tí.
Todos los días estamos tratando de dilucidar como son lo demás. Qué piensan, que sienten. Sea cual sea la razón por la que te sumerges a reflexionar sobre que es lo que sucede con otro, la entrada de hoy vuelva la atención sobre lo que esta pasando dentro de ti y algunas formas diferentes de abordar la definición de lo que crees que eres.
La señora K se sentó frente al comité a exponer su caso. Explicó en detalle lo mucho que le atemorizaba relacionarse con los demás. El comité tomó el caso y comenzó la discusión del problema.
Esto resumía lo que alguien muy cercano a mi hacía cada vez que quería resolver o evaluar algún conflicto interno. Había una serie de personajes que le ayudaban a dilucidar dilemas y conflictos importantes de su vida. Me acuerdo que cuando me contó me quedé fascinada. Era una forma tan creativa de hacer dialogar a las distintas partes que habitan dentro de una/o. Todas esas visiones que discrepan y tienen argumentos contradictorios dentro de nosotras/os. Algunos le llaman a esto la batalla entre el corazón y el raciocinio. Otros distinguen solo una nube de pensamientos dispersos y otros como la persona de la que hablo crean una situación imaginaria que les ayude a aclarar las distintas visiones que normalmente tenemos de las cosas.
La imaginación tiene la extraordinaria posibilidad de ser una herramienta con infinitos usos. Pero lo cierto es que no son muchas las personas que la usan intencionalmente de manera práctica para ayudar a resolver conflictos o dilucidar problemas de su propia vida. Más bien lo contrario. Muchas veces cuando tenemos un problema, nuestra imaginación nos juega en contra y en vez de darnos soluciones nos empieza a agravar el problema. Hemos hablado un poco de este fenómeno en las entradas sobre las distintas mentes (negativa, positiva, neutral) y en general cuando hablamos de la necesidad de poder domar un poco este caballo loco que tenemos en la cabeza.
En términos de espiritualidad, la imaginación tiene un potentísimo rol liberador. Amma dentro del recomienda activamente en el Bhakti yoga, el yoga de la devoción, utilizar esta herramienta para poder sentirnos en presencia de lo divino, llevarnos a estados emocionales de profunda intensidad por medio de la imaginación. Y funciona.
Pero la entrada de hoy es sobre un uso particular de la imaginación. Te he estado hablando del Curso de Autoconocimiento y Escritura, y en él hay otra área de la que te quiero contar un poco y que tiene que ver con los personajes y el impresionante ejercicio que es crear uno para develar varias capas ocultas de nosotros mismos.
De alguna manera todos creamos un personaje de quién somos. Nos identificamos más o menos con una idea de lo que nos mueve, lo que nos gusta, lo que no nos gusta, de lo que tenemos miedo, nos motiva o hace soñar. Pero no muchas veces miramos con detenimiento a este personaje con el que tan firmemente estamos identificadas/os.
Cuando quieres construir un personaje para una historia debes saber exactamente quién es. Y con “quien es” me refiero a todas aquellas cosas que hacen de marco general para que alguien se comporte, sienta, piense y actúe de una manera determinada. Necesitas saber cual es su historia, como se crió, que es lo que más teme, que es lo que más ama. Cómo se viste, como habla. Todas estas cosas son importantes porque es la única manera en que sabrás como ese personaje actuará en tal o cual situación. Es importante porque lo que el personaje “es” o más bien cree ser determinará cosas fundamentales en la historia que quieras contar.
Hay algo especialmente interesante en esto y es que cuando ves a tu personaje tienes que ser brutalmente honesta/o. En sus debilidades y en sus fortalezas. En lo que oculta, en lo que sabe de si mismo. Porque esto es lo que determina si el personaje es creíble o no, si actúa de acuerdo a lo que es en todas sus dimensiones. Me acuerdo hace varios años cuando salió la película el Silencio de los Inocentes. Una de las protagonistas era encarnada por Jodie Foster quien no quiso aparecer en la segunda parte de la saga, pues sentía que el personaje que habían creado para ella no era coherente con el personaje original. El rol lo tomo Juliane Moore. Lo hizo muy bien, pero Jodie Foster tenía razón (en mi opinión). Clarice Starling en El silencio de los inocentes y en Hannibal no son la misma persona.
¿Cuál es la relevancia de esto para nosotras/os? El lograr que un personaje sea coherente en el sentido de que logremos que no traicione lo que realmente es, esta determinado por cuan bien lo conocemos, cuan bien entendemos sus contradicciones, sus tendencias y sus debilidades. Un ejemplo hermoso de como funciona bien la coherencia y la motivación de un personaje se da en la película Pulp Fiction. El personaje de Butch, personificado por Bruce Willis es introducido cuando niño con la historia del reloj de su padre. Sin esta historia inicial nosotros nunca podríamos justificar que él decida volver a su casa luego de que ha decidido traicionar al jefe de la mafia solo para buscar un reloj sea de su padre o no. La historia que nos cuentan al principio de los esfuerzos brutales que tuvieron que hacer dos hombres por traspasar el reloj a él, es lo que permite que el resto de la historia se produzca.
Nosotros al igual que los personajes tenemos códigos y coherencias que están determinados por los ejes de lo que consideramos importante y lo que nos define. En la serie policial Wallander, un personaje le aconsejaba a dicho detective sobre como se resolvía un crimen: “mi marido siempre decía que la gente mataba por amor. Tu simplemente debes descubrir que es lo que la gente ama”. Claramente esta es una interpretación suelta de lo que es el amor, pero se aplica a qué es lo más importante para la vida de alguien. Esto es lo que determinará su actuar en toda clase de cosas.
Para algunos es la comodidad, para otros la seguridad, para otros el respeto, el sentirse acogidos, tener prestigio, crecer, etc. Cada una/o de nosotros tiene un eje de motivación, algo que nos impulsa y es esencial identificarlo para poder entender nuestro movimiento en la vida y el mundo.
Este ejercicio de identificar estas cosas es lo que hace que al crear un personaje te tengas que preguntar y responder una serie de interrogantes sobre lo que lo mueve para así poder explicar y predecir su comportamiento. Lo curioso es que esto escapa completamente a lo que nos preguntamos y respondemos de nosotros mismos. Claramente no nos preguntamos todos los días sobre lo que más amamos en el mundo, o que es lo que más tememos, de donde venimos y en que medida eso determina o parece determinar las desiciones que tomamos.
Recuerdo una pregunta que le hicieron a Robert Mckee sobre la necesidad de definir a los personajes para una historia y sobre cómo era importante que el mundo en el que éste se movía debía ser acotado, que no podía ser cualquier lugar en cualquier parte. Mckee lo decía clarísimo. El guionista al que estaba asesorando se resistía a la idea de que debía definir exactamente de donde en Estados Unidos era el personaje. Le decía a Mckee, “es el típico americano” (entendiendo esta cosa de decirle americano a los estadounidenses). Y Mckee lo miraba con cara de eres un estúpido, diciendo que no existe eso del típico americano. Un hombre de Nuevo México o Texas es totalmente diferente de alguien en san francisco o en nueva york, nacido en medio del desierto o en lo grandes lagos. La cualidad de acotar o definir al personaje es lo que le da realidad y verdad a lo que sea que este haga, pero sobre todo le da la posibilidad de evolucionar, de moverse, de crecer.
Cuando no somos capaces de definir con claridad eso que nos compone, por más difuso que nos parezca a nosotras/os, es como si dejáramos pasar la vida entre los dedos, sin distinguir diferencias o avances en nuestra historia. No somos capaces de sentir y ver nuestro proceso, y en eso, nuestra evolución.
Tony Robbins suele decir que la percepción de la felicidad está íntimamente ligada a la sensación de avance, de hacer progresos. Y eso requiere esencialmente tres cosas. Saber de donde partimos, a donde llegamos y si hay una diferencia entre las dos en el tiempo.
Para que puedas utilizar algunas de las herramientas de lo que vemos en el curso, te dejo, pequeños tips que requieres para conocer a un personaje, de manera que lo puedas aplicar en ti. Para saber tu progresión, para saber distinguir lo que hay detrás de esta historia que vives y para definir con toda claridad eso que regula, como lo hace de alguna manera la serie de experiencias que has tenido, define las opciones que tomas y el tipo de vida que estas viviendo.
Quiero aclarar tres cosas.
La primera es que tanto las experiencias que hemos vivido, como lo que nos define a nivel de estructura, no constituye la base de un determinismo social y psicológico. Estos ejercicios justamente buscan liberarte de cualquier tipo de determinismo basado en la relativa inconsciencia que puedas tener de ti misma/o. Es decir, si existe algún tipo de determinismo, ese se llama inconsciencia. Solo cuando comenzamos a conocernos es que podemos romper ese ciclo de predisposición interna a un cierto tipo de experiencias y eso es lo que queremos empezar a hacer.
La segunda es que nada de esto quiere decir que creo que uno puede controlar completamente su destino. Siempre hay un porcentaje de esfuerzo pero el factor definitivo siempre es la Gracia, ese misterioso toque de “otra cosa” en todo lo que vivimos. Lo único que podemos controlar es nuestra actitud hacia las cosas, nada más.
Tercero, una vez que conocemos lo que queda es soltar. De nada sirve conocer para quedarse pegado eternamente en lo que internalizamos de nosotros mismos. Identifica la paja y simplemente separala del trigo. No te pongas a llorar por la cantidad que tienes: focalizate en la solución.
Para poder hacer este ejercicio a cabalidad he diseñado un material específico. En él encontrarás un telar con todos los elementos que componen a un personaje y luego todos los elementos que debes llenar sobre él para tener una idea más o menos clara de lo que hay detrás. Es uno de los múltiples materiales del curso de Autoconocimiento y escritura. Descárgalo, úsalo y cuéntame que es lo que descubres.
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Estaba viendo la entrevista de Joseph Campbell sobre el poder del mito. Describiendo el templo en las cuevas de Elephanta cerca de Mumbai en India. El espacio cincelado entre las rocas con pilares en un salón que se abría en la oscuridad. Al entrar pierdes la capacidad de ver en lo oscuro tras salir del día soleado de la mañana. A medida que caminas los ojos se acostumbran a la oscuridad y para cuando ya puedes distinguir formas y detalles nuevamente, te encuentras frente a frente con la gran máscara de la divinidad. En ella observas como al centro se encuentra la trascendencia de la dualidad, la experiencia del absoluto. A cada lado, el semblante de los opuestos.
Si miras de frente a la trascendencia, representado por el rostro en el centro, puedes ver la totalidad. Si ves desde los opuestos, -facetas de los costados- las cosas se ven parceladas e incompletas.
La experiencia que describe Campbell muestra la alucinante analogía del viaje interior hacia lo trascendente que buscaban reproducir experiencialmente en las cuevas. Un resumen, una síntesis del viaje místico. Partimos entrando en ese mundo oscuro y desconocido que pensamos es nuestro interior y en primera instancia no podemos distinguir nada en la oscuridad, solo vemos el manto total de la sombra. Sin embargo, si nos mantenemos allí el tiempo suficiente y seguimos avanzando, pronto empezaremos a distinguir y ver que en la oscuridad que pensábamos vacía, hay muchas cosas, todo un mundo escondido en esa cueva. Y si nuestra perseverancia es aún mayor, encontraremos que en el centro de este mundo se haya la esencia de lo divino, esperándonos para revelarse.
Antiguamente la intención de recordarnos y reproducir como arte y experiencia la dimensión de la búsqueda era la gran motivación para crear. Representar lo irrepresentable, conducir y enseñar el viaje para que fuera más facil conectar la realidad última con la prosaica cotidianidad.
Aunque hoy las cosas sean bastante distintas, la expresión de lo creativo ha tenido siempre una relación muy profunda con el proceso de autoindagación que es esencia de la meditación y del viaje místico. Esta entrada, primera de una serie de tres, explorará lo esencial de esta relación y principalmente como actuar creativamente implica un trabajo de profundo autoconocimiento que nos puede llevar a la certeza que buscamos.
¿De dónde nace la necesidad de crear, de salir de nuestra zona de confort para entrar en los desconocido?
Quizás no pensemos mucho en esto, pero lo cierto es que la busqueda creativa, al igual que las técnicas de autoexploración nacen de lugares similares. La creatividad es esencialmente una forma de exploración, de experimentación y de selección de elementos que nos conecten, nos conmuevan, nos inspiren, en fin generen algún tipo de impacto en nuestra vida. Por eso es que no es algo que esté limitado al arte, o en el caso de la meditación a la espiritualidad, sino que pertenece al territorio del reconocimiento de aquello que abre nuestros horizontes y que en eso nos hace más libres.
Ese anhelo por sentarte a escribir, pintar, idear, inventar, tocar, componer, expresa entonces la necesidad de expandirnos, de crecer, de ampliar el mundo y nuestra visión de lo que hay en él.
La creatividad es así, otra forma más de la búsqueda por el autodesarrollo, por la revelación y en general cuando es realmente interesante, cuando ha logrado su cometido de revelar, es siempre una forma de expansión para el artista o el creador.
Siempre que salimos de nuestra zona de confort, estamos creando. Siempre que estamos creando, estamos expandiendo la conciencia.
Pero la verdadera respuesta a la pregunta sobre qué es lo que nos impulsa a salir en búsqueda fuera de la seguridad, nace en realidad de una sensación interna de incomodidad. Todas/os sentimos de otra manera esa ansiedad base, esa inquietud silenciosa, una necesidad latente que siempre esta buscando ser saciada. Alguno piensan en la búsqueda de conecterse con otros, consigo mismos. Algunos piensan en «convertirse en algo». Algunos piensan «tener algo». Lo cierto es que la presencia de una incomodidad tácita que al aumentar hasta el límite, muchas veces hasta sentir dolor, es lo que nos hace salir desesperadamente en búsqueda de remedios y respuestas.
Ramana Maharishi, un bellísimo Maestro que vivió a principios del siglo pasado solía decir “debes desear el Despertar con la misma intensidad con que un hombre sale de una casa en llamas”. La búsqueda de crear, de crecer, de descubrirse, tiene esa motivación en la gran mayoría de los casos porque hay una llama interior que nos quema y que no se apaga hasta que no juntemos esos puntos, esas ideas que cambien nuestro paradigma, que abren el mundo, que sacian con respuestas.
Los grandes descubrimientos de la humanidad no se hayan en el patio de la casa. Están en el lado salvaje de las cosas. Donde nadie sabe que encontrará.
Ir en un barco hasta el fin de la tierra implicó cambiar radicalmente la cosmovisión del mundo entero. El mundo no era plano, no había un borde donde los monstruos esperaban al fondo del abismo. Más agua, más mar y un nuevo continente.
Me imagino el impacto de la gente al recibir esta noticia. No existe el finis terrae. Hay otra tierra más allá. El mundo no es lo que tu piensas.
Cada vez que entramos en modo creativo es como si nos acercáramos al fin de la tierra. Ahí está lo que no conocemos, lo que no ha sido concebido. Allí esta la masa de lo ilimitado. En ese lugar donde ya no hay más referencias es donde empieza el sondeo en búsqueda de algo que sea, efectivamente totalmente distinto, pero de algún modo anclado con lo que conocemos y amamos.
Pero llegar hasta ahí no es nada fácil. Puede ser en tiempo o simplemente porque no podemos distinguir ni ver, ni sentir el territorio de lo ilimitado, pero lo cierto es que alcanzar el finis terrae requiere un esfuerzo, un verdadero acto de coraje. Las revelaciones requieren de un proceso de des-naturalización. Requieren irse al fin de la tierra, viajar a un país lejano, soltar las referencias y los códigos personales, desglosar el mundo interior. Es decir lograr pasar la barrera de lo superficial y entrar en aguas profundas. ¿Por qué te preguntarás? Bueno, básicamente porque la mente funciona a base de relaciones.Esto quiere decir que construimos la realidad porque relacionamos y comparamos cosas en función de lo que conocemos, los parámetros y paradigmas que manejamos en nuestro mundo cotidiano. Necesitamos romper el molde de las relaciones que hacemos siempre, para poder tocar un punto realmente nuevo, un punto fuera de la caja donde nos movemos.
El proceso meditativo es esencialmente lo mismo. Cuando estamos meditando es como si adecuáramos los ojos para ver una luz extremadamente tenue. Imperceptible a pleno día, o en la oscuridad momentánea. Como cuando recién apagamos la luz y solo porque nos quedamos un rato largo, es que empezamos a ver los leves registros de las diferencias en la sombra. Así, para alcanzar nuevos niveles de profundización primero debes acondicionar la mirada, la percepción y para ello muchas veces necesitas pasar por procesos que te saquen de la comodidad, de tu día a día, de tu eje de referencias.
Tanto en la creación como en la meditación, necesitas tiempo para lograr el desglose. Lanzar tu flecha al otro lado del mar y dejar que tu mundo desaparezca poco a poco para que uno nuevo emerja.
Cuando se empezaron a hacer las primeras grandes innovaciones en diseño en computación, las modificaciones eran cosas tan pequeñas como que los objetos, las letras, las figuras pudieran expresarse en curvas y no en lineas rectangulares solamente. Algo así de pequeño constituía una novedad creativa tan radical que marcaría el paso del desarrollo de los ordenadores. Por que una linea curva puede ser tan importante. Pues porque acercaba cada vez más la dimensión virtual de la dimensión «real». Y este acercamiento era crucial para masificar la computación.
Lo cierto es que la creatividad tiene esta regla. Como un tiro anclado, necesita establecer una relación entre lo conocido y lo desconocido. Si estamos solo en el territorio de lo conocido entonces no hay innovación y si solo estamos en lo desconocido, sin relacionarlo con algo que podamos comprender, entonces se pierde en lo incomprensible. Este es uno de los elementos que establecen que la creatividad es siempre a base de otra cosa que ya existe. Es una modificación radical pero que siempre contiene algún elemento de reconocimiento. Es como eso, sin ser eso.
Cuando se establece esta vinculación entre lo conocido y lo desconocido es que el campo de nuestras referencias se abre, se amplia. Nuestra cosmovisión cambia. Un nuevo continente aparece en medio de la nada y el puente que permite el cruce y asimilación se hace posible.
Descubrir, asentar, ampliar y volver a descubrir, este es el ciclo que tienen en común las experiencias como la creatividad y la meditación, como formas de búsqueda, como ampliaciones de lo desconocido.
Este vaivén que relaciona la creatividad y la meditación es el eje del crecimiento y de la ampliación de la conciencia. Ya sea de manera consciente o inconsciente aprendemos biológica, social y culturalmente de esta manera. Es interesante entender que ampliar los territorios no siempre nos lleva a lugares muy luminosos. A veces ampliamos territorios que nos abruman o atemorizan, o que desarrollan aspectos internos que nos dañan.
El miedo a crecer tiene una justificación racional en el sentido de que muchas de las experiencias nuevas que hemos tenido nos han podido llevar a lugares de dolor. Lo he vivido yo y se que todas/os hemos pasado por ese tipo de situacioes. Por definición el primer brote de lo que llamamos crecer nace de un lugar incómodo y difcil, no por nada se le llama adolescencia a la pubertad. Adolecemos en ese proceso que implica definirnos, descubrirnos.
Lo cierto es que si cedes al ímpetu de explorar como se hace al crear o al meditar, y tu enfoque es el asombro y el descubrimiento, sin juicio, sin expectativa, la experiencia se convierte en sí misma en el regalo, el camino en el destino y todo esa repetida verdad. El destino es la alerta, la apertura el reconocimiento y la familiaridad con el infinito posible.
La apuesta de esta entrada es para que consideres, que cada vez que estas ante algo nuevo, diferente y único, puedes quedarte en la caja o salir a tocar el sol y que en ese simple gesto de estirar los dedos puedes descubrir el calor y la luz.
Juega y descubre, manteniendo la alerta. Y recuerda que todos los procesos de despertar son una forma de integrar las realidades dentro de ti.
«El arte no se hace por las herramientas»
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