Portland es sin duda una de las ciudades más bellas que he visitado. Más de una vez mientras caminaba entre las casas encantadas, tocando los girasoles colgantes que cruzaban más allá de la cerca, comiendo las manzanas caídas de los árboles o escuchando la música que emanaba de una casa vacía como si fuera una caja musical, cada vez que sentía el aroma familiar de las calles, los dibujos elaborados, los Picachús en medio del jardín, o me sentaba a leer la infinitud de libros que faltaban en mi casa, vida, historia y luego de quedarme mirando largo rato una tienda de la que hubiera querido llevarme todo, pensé que ese era el lugar donde alguna vez yo hubiera soñado vivir. Claramente es la ciudad fundada por Peter Pan. Si la tierra de Nunca Jamás quedó escondida en algún sitio, ese lugar es Portland. No se porqué, la llamada ciudad de las rosas no tiene una estatua de su oculto fundador adolescente en el centro de su parque principal. Todo parece estar diseñado para permanecer en el candor de una magia oculta como aquella de los ensueños. Incluso los trenes, o el aire, venían cargados de esa posibilidad de vivir entre niños, jugando, haciendo que todo en hermosa miniatura parezca perfecto.

sueños

Pero luego apareció esta sensación. Quizás fueran las calles vacías, o la distancia infranqueable entre las personas que veía interactuar. Cada vez que me decía a mi misma, yo hubiera vivido aquí me recordaba porqué nunca he querido irme a un lugar idílico a vivir, por qué nunca he salido de Santiago. No puedo negar que soy afortunada. La casa donde vivo es pequeña, pero tiene un jardín dulce de arboles, parrón y frutas. Sin embargo siempre pienso en la historia de los lotófagos. Simpre pienso que hay ciertos lugares que te dan la sensación de estar haciendo algo, pero que eso no sea real. Y que en el idílico escenario que te plantean, se haya oculto un muy hermoso modo de olvidar lo que realmente tienes que hacer. Y eso, desde lo más profundo de mi, me deja con una sensación de sin sentido tremendo. Quizás por eso tengo esta obsesión por generar recursos para recuperar el sentido. Son tantas las maneras que hemos diseñado para perderlo que se me hace urgente recoger cada una de las muchas formas para volver a encontrarlo.

Esta sensación me vino hace algunos años cuando estaba en Berlín y también en Londres. Todas ellas son impresiones distintas -es verdad que cada ciudad es como una persona, no se repite, no es igual, está viva-, y Portland era un especie de portal bizarro a USA, porque allí, se permiten muchas cosas que en el resto del país son imposibles.

Toda la gente era amable, pero sobre todo, las personas que no tienen nada que perder, o los que están aún soñando con ser ellos mismos sin aspirar a nada. Durante el WDS era distinto. Las personas que están allí están buscando diferenciarse, aglomerarse en un grupo de personas “asombrosas“, lo cual de por si genera una especie de euforia, una ansiedad. Esa euforia siempre me ha atemorizado. Lo se porque no me siento cómoda. No pareciera haber suficiente espacio para dilucidar que quiero hacer y yo soy extremadamente lenta. Estoy caminando siempre en un sendero donde tiene que haber tiempo para saber, tantear y determinar lo que vamos a hacer. No para controlar, sino para poder estar presente y no sentir que simplemente estoy reaccionando aceleradamente a la millarada de estimulos que vienen en mi camino.

La razón por la que supongo que huyo de lo idílico es porque no quiero dormirme. La razón por la que no quiero entrar en la vorágine de la euforia y el hacerse parte de una tribu como sea, es porque no quiero perderme de mi misma. Entonces qué quiero? Curiosamente esta fue la pregunta que me asaltó con voracidad abismante en el final del viaje. Podía sentir esa pregunta por doquier como si hubieran enormes carteles en todo el país diciendo ¿Que quieres? y luego miles, millones de respuestas ofreciendo alternativas. Antes de que puedas terminar de formular la pregunta, alguien ya esta tratando de enchufarte una solución.

Siempre vuelvo a ese personaje de la película Laberinto. Sarah acababa de comer el damasco que la hace olvidar y se encontraba en un lugar donde todos los seres llevaban sus objetos amados encima, como parte de su cuerpo, como una graan mochila. Sarah sabía que le faltaba algo y la anciana del lugar, le decía: “será esto querida? Tu muñeca betsi bu, todo esta aquí, nada te falta” y le pasaba y le pasaba las cosas poniéndolas alrededor de su cuerpo, llenándola alrededor, repitiéndose a si misma.

Antes de que puedas sentir y encontrar muy profundo la respuesta de qué es realmente lo que estas buscando, alguien o algo te ofrece una solución y te pierdas en ello, dejas de buscar

Carretera y entendimiento

Cuando terminó el WDS, tenía que viajar a Seattle y pregunté en el grupo del evento si alguien tenía hueco para llevarme. Apareció este tipo con su pareja. Vivían en Seattle y en pocos días se iba a Machu Pichu por lo que ella iba aprendiendo español. Varias cosas pasaron en el camino, pero sobre todo una profunda y aguda conversación sobre la cultura norteamericana y las sensaciones que yo estaba teniendo y que no sabía con quién compartir. En un momento de la conversación, uno de ellos me dijo. Lo que sucede es que aquí, para la mayoría, solo te das el permiso de relajarte cuando has alcanzado un cierto nivel socioeconómico. Solo tienes permiso para ser quien eres cuando has llegado a ese nivel, porque solo entonces has dejado de necesitar probar algo. Eso, o quedarte al margen de la carrera.

Eso me hizo sentido respecto de USA, pero también me hizo pensar en qué era lo que en mi país o en los otros países, impedía que la gente se diera el permiso de acceder a si misma, de ser quien es. Hay ciertos lugares en los que la gente siente que tiene que probar que es inteligente; otros, probar que es hermosa, o tonta, o sumisa, o poderosa, o rica, o pobre, o cool, o a la moda, o pura, o lo que sea. En verdad el acceso al ser es muy escaso en estos días. Solo que allá parecía más notorio. Más excesivo.

Los días en Seattle fueron dulces y suaves. Otra cosa de la ciudades: Un incendio tenía una parte de la ciudad oculta debajo de la ciudad actual. No recuerdo la verdad de si esto es verdad o no, pero es un recuerdo intrigante por lo que lo escribo igual. Asissi también tiene una ciudad debajo. Una ciudad romana. Y salen pedazos de esa ciudad en medio de las calles, como en Roma, aunque en la capital italiana eso es como una invasión de la decadencia infinita del tiempo, en Assisi es como una especie de guiño. En fin, Seattle, tiene una magnifica biblioteca con varios pisos de libros. Que maravillosas las bibliotecas. Todo eso me dio una nostalgia infatigable de mis epocas de libros. (creo que eso me esta comiendo otra vez). Y así como en algun minuto tuve el fetiche de entrar a los metros (eso sigue) de todo el mundo y los cines, de pronto se me instaló que en USA, el lugar de descanso eran las librerías y las bibliotecas. En Seattle encontré esta novela gráfica. Fascinante.

El tren

Hace unos años atrás vi un artículo de los chicos de Superhábitos. En ella, una de las blogueras decía como finalmente había logrado cumplir su sueño de trabajar mientras viajaba en tren. Salía en una foto sentada ante la ventana del tren que corría, mientras escribía en su compu. Siempre, siempre he soñado con estar escribiendo en trenes y barcos (queda pendiente este sueño para este y el próximo año, ya les contaré cuando lo haga), y de pronto cuando me tocó subirme al Starlight que cruza las costa oeste de USA, me di cuenta de que estaba sacando ese sueño de la lista.

Lo del tren da para mucho. A pesar de que solo era un día de viaje (en India, cruzar desde Delhi a Kayamkulam eran viajes de dos días y medio, así que esto era un relajo), tuve tantas impresiones, tantas cosas me tocaron que creo van a aparecer muchas cosas de todo ello. Pero lo que quiero decir es que cuando me senté a trabajar en el tren me di cuenta de que no quería trabajar y que quizás mi sueño no me apetecía tanto. En USA, muchos sueños quedaron aplastados por la realidad. No es que no quiera escribir ni trabajar mientras viajo, es solo que debo recordar la primera máxima de los sueños: la esencia esta en la sensación. Un sueño es en realidad una cápsula de sensaciones y lo que en realidad estas buscando cuando quieres materializar un sueño es reproducir una sensación.

Estar en Nunca Jamas, ir a un congreso de gente asombrosa, ir a la ciudad de los sueños, viajar en tren, encontrarse con la gente con la que sigues y te inspiras, etc no tiene nada que ver con las ideas de esas cosas sino con la sensación que esas ideas te producen o crees que te van a producir.

Si pierdes la verdadera razón por la cual quieres algo, es decir, si pierdes la sensación que en realidad quieres sentir, puede que termines en Timboctú con una angustia galopante porque no sabes que estas haciendo ahí.

Claridad de sentir, mi querido Watson

Entonces. Sí, todo se resume en lo siguiente. Este viaje fue como una deuda saldada y una revelación para los sueños. Hay sueños que debes cumplir no para gozar, sino para crecer, para entender cual es la verdadera función de los deseos. Este viaje me habló sobre la claridad, pero no de lo que estoy persiguiendo sino de lo que soy y que la única felicidad se haya en esto último, porque del ser emanan todas las otras cosas, todas las otras felicidades.

Un sueño es una zanahoria que te empuja a investigar, descubrir y asentar lo que en realidad andas buscando, pero todo esta aquí, adentro, muy adentro de tí.

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