La palabra ‘yoga’ , -si queremos descender a lo básico, a lo más elemental-, es una palabra que viene del sánscrito y que significa, ‘unir’, ‘ligar’. Esta es una descripción que puedes seguir en casi todas las páginas dedicadas al tema, tanto en la red como fuera de ella.
El signficado profundo de esta palabra, de esta evocación no solo esta ligada a la experiencia de lo que comunmente se entiende como la práctica de yoga, sino con una seríe de caminos, sendas, rutas, metodologías, modos de vida, cosmovisiones, que buscan lo mismo: Unir la dimensión finita del ser humano con aquella trascendente, infinita, inefable.
Como en casi todas las rutas espirituales de data antigua, como en todas aquellas rutas donde hay consistencia y correlación entre los distintos planos tanto terrenales como espirituales, existe una sabiduría que logra resistir las variaciones de aproximación, de duda y cuestionamiento. Cuando se trata de unir aquello que tiene fin, que es limitado con aquello que ya no puede medirse y que es ilimitado, entramos en un terreno en el que la mente empieza a tambalear, pero curiosamente no así la experiencia, y la noción que esa experiencia te entrega.
Es así que a diferencia de como se conciben las filosofías de autoconocimiento en occidente, en el yoga como en las disciplinas de su tipo, la experiencia lo es todo y es desde la experiencia que se obtiene la Verdad.
Nadie puede explicarte lo que es el Amor, el odio, la ira, la compasión. Todas estas emociones son experiencias, que no solo no se agotan de una sola vez si no que al pasar el tiempo cobran nuevos matices y colores.
El yoga busca facilitar la experiencia de nosotros mismos que aunque pareciera un absurdo, (que es eso de experimentarse a si mismo?) es algo que solo se explica con la acción y nuevamente la experiencia.
las formas antiguas
