Estaba viendo la entrevista de Joseph Campbell sobre el poder del mito. Describiendo el templo en las cuevas de Elephanta cerca de Mumbai en India. El espacio cincelado entre las rocas con pilares en un salón que se abría en la oscuridad. Al entrar pierdes la capacidad de ver en lo oscuro tras salir del día soleado de la mañana. A medida que caminas los ojos se acostumbran a la oscuridad y para cuando ya puedes distinguir formas y detalles nuevamente, te encuentras frente a frente con la gran máscara de la divinidad. En ella observas como al centro se encuentra la trascendencia de la dualidad, la experiencia del absoluto. A cada lado, el semblante de los opuestos.

cueva de Elephantacreatividad y meditación Tri

 

Si miras de frente a la trascendencia, representado por el rostro en el centro, puedes ver la totalidad. Si ves desde los opuestos, -facetas de los costados- las cosas se ven parceladas  e incompletas.

La experiencia que describe Campbell muestra la alucinante analogía del viaje interior hacia lo trascendente que buscaban reproducir experiencialmente en las cuevas. Un resumen, una síntesis del viaje místico. Partimos entrando en ese mundo oscuro y desconocido que pensamos es nuestro interior y en primera instancia no podemos distinguir nada en la oscuridad, solo vemos el manto total de la sombra. Sin embargo, si nos mantenemos allí el tiempo suficiente y seguimos avanzando, pronto empezaremos a distinguir y ver que en la oscuridad que pensábamos vacía, hay muchas cosas, todo un mundo escondido en esa cueva. Y si nuestra perseverancia es aún mayor, encontraremos que en el centro de este mundo se haya la esencia de lo divino, esperándonos para revelarse.

Antiguamente la intención de recordarnos y reproducir como arte y experiencia la dimensión de la búsqueda era la gran motivación para crear. Representar lo irrepresentable, conducir y enseñar el viaje para que fuera más facil conectar la realidad última con la prosaica cotidianidad.

Aunque hoy las cosas sean bastante distintas, la expresión de lo creativo ha tenido siempre una relación muy profunda con el proceso de autoindagación que es esencia de la meditación y del viaje místico. Esta entrada, primera de una serie de tres, explorará lo esencial de esta relación y principalmente como actuar creativamente implica un trabajo de profundo autoconocimiento que nos puede llevar a la certeza que buscamos.

ancla creatividad y meditación

Una motivación para salir

¿De dónde nace la necesidad de crear, de salir de nuestra zona de confort para entrar en los desconocido?

Quizás no pensemos mucho en esto, pero lo cierto es que la busqueda creativa, al igual que las técnicas de autoexploración nacen de lugares similares. La creatividad es esencialmente una forma de exploración, de experimentación y de selección de elementos que nos conecten, nos conmuevan, nos inspiren, en fin generen algún tipo de impacto en nuestra vida. Por eso es que no es algo que esté limitado al arte, o en el caso de la meditación a la espiritualidad, sino que pertenece al territorio del reconocimiento de aquello que abre nuestros horizontes y que en eso nos hace más libres.

Ese anhelo por sentarte a escribir, pintar, idear, inventar, tocar, componer, expresa entonces la necesidad de expandirnos, de crecer, de ampliar el mundo y nuestra visión de lo que hay en él.

La creatividad es así, otra forma más de la búsqueda por el autodesarrollo, por la revelación y en general cuando es realmente interesante, cuando ha logrado su cometido de revelar, es siempre una forma de expansión para el artista o el creador.

Siempre que salimos de nuestra zona de confort, estamos creando. Siempre que estamos creando, estamos expandiendo la conciencia.

Pero la verdadera respuesta a la pregunta sobre qué es lo que nos impulsa a salir en búsqueda fuera de la seguridad, nace en realidad de una sensación interna de incomodidad. Todas/os sentimos de otra manera esa ansiedad base, esa inquietud silenciosa, una necesidad latente que siempre esta buscando ser saciada. Alguno piensan en la búsqueda de conecterse con otros, consigo mismos. Algunos piensan en «convertirse en algo». Algunos piensan «tener algo». Lo cierto es que la presencia de una incomodidad tácita que al aumentar hasta el límite, muchas veces hasta sentir dolor, es lo que nos hace salir desesperadamente en búsqueda de remedios y respuestas.

Ramana Maharishi, un bellísimo Maestro que vivió a principios del siglo pasado solía decir “debes desear el Despertar con la misma intensidad con que un hombre sale de una casa en llamas”. La búsqueda de crear, de crecer, de descubrirse, tiene esa motivación en la gran mayoría de los casos porque hay una llama interior que nos quema y que no se apaga hasta que no juntemos esos puntos, esas ideas que cambien nuestro paradigma, que abren el mundo, que sacian con respuestas.

La esencia de la creatividad está en el finis terrae

Los grandes descubrimientos de la humanidad no se hayan en el patio de la casa. Están en el lado salvaje de las cosas. Donde nadie sabe que encontrará.

Ir en un barco hasta el fin de la tierra implicó cambiar radicalmente la cosmovisión del mundo entero. El mundo no era plano, no había un borde donde los monstruos esperaban al fondo del abismo. Más agua, más mar y un nuevo continente.

Me imagino el impacto de la gente al recibir esta noticia. No existe el finis terrae. Hay otra tierra más allá. El mundo no es lo que tu piensas.

Cada vez que entramos en modo creativo es como si nos acercáramos al fin de la tierra. Ahí está lo que no conocemos, lo que no ha sido concebido. Allí esta la masa de lo ilimitado. En ese lugar donde ya no hay más referencias es donde empieza el sondeo en búsqueda de algo que sea, efectivamente totalmente distinto, pero de algún modo anclado con lo que conocemos y amamos.

Pero llegar hasta ahí no es nada fácil. Puede ser en tiempo o simplemente porque no podemos distinguir ni ver, ni sentir el territorio de lo ilimitado, pero lo cierto es que alcanzar el finis terrae requiere un esfuerzo, un verdadero acto de coraje. Las revelaciones requieren de un proceso de des-naturalización. Requieren irse al fin de la tierra, viajar a un país lejano, soltar las referencias y los códigos personales, desglosar el mundo interior. Es decir lograr pasar la barrera de lo superficial y entrar en aguas profundas. ¿Por qué te preguntarás? Bueno, básicamente porque la mente funciona a base de relaciones.Esto quiere decir que construimos la realidad porque relacionamos y comparamos cosas en función de lo que conocemos, los parámetros y paradigmas que manejamos en nuestro mundo cotidiano. Necesitamos romper el molde de las relaciones que hacemos siempre, para poder tocar un punto realmente nuevo, un punto fuera de la caja donde nos movemos.

El proceso meditativo es esencialmente lo mismo. Cuando estamos meditando es como si adecuáramos los ojos para ver una luz extremadamente tenue. Imperceptible a pleno día, o en la oscuridad momentánea. Como cuando recién apagamos la luz y solo porque nos quedamos un rato largo, es que empezamos a ver los leves registros de las diferencias en la sombra. Así, para alcanzar nuevos niveles de profundización primero debes acondicionar la mirada, la percepción y para ello muchas veces necesitas pasar por procesos que te saquen de la comodidad, de tu día a día, de tu eje de referencias.

Tanto en la creación como en la meditación, necesitas tiempo para lograr el desglose. Lanzar tu flecha al otro lado del mar y dejar que tu mundo desaparezca poco a poco para que uno nuevo emerja.

Tirando flechas con ancla

Cuando se empezaron a hacer las primeras grandes innovaciones en diseño en computación, las modificaciones eran cosas tan pequeñas como que los objetos, las letras, las figuras pudieran expresarse en curvas y no en lineas rectangulares solamente. Algo así de pequeño constituía una novedad creativa tan radical que marcaría el paso del desarrollo de los ordenadores. Por que una linea curva puede ser tan importante. Pues porque acercaba cada vez más la dimensión virtual de la dimensión «real». Y este acercamiento era crucial para masificar la computación.

Lo cierto es que la creatividad tiene esta regla. Como un tiro anclado, necesita establecer una relación entre lo conocido y lo desconocido. Si estamos solo en el territorio de lo conocido entonces no hay innovación y si solo estamos en lo desconocido, sin relacionarlo con algo que podamos comprender, entonces se pierde en lo incomprensible. Este es uno de los elementos que establecen que la creatividad es siempre a base de otra cosa que ya existe. Es una modificación radical pero que siempre contiene algún elemento de reconocimiento. Es como eso, sin ser eso.

Cuando se establece esta vinculación entre lo conocido y lo desconocido es que el campo de nuestras referencias se abre, se amplia. Nuestra cosmovisión cambia. Un nuevo continente aparece en medio de la nada y el puente que permite el cruce y asimilación se hace posible.

Descubrir, asentar, ampliar y volver a descubrir, este es el ciclo que tienen en común las experiencias como la creatividad y la meditación, como formas de búsqueda, como ampliaciones de lo desconocido.

El miedo a expandir

Este vaivén que relaciona la creatividad y la meditación es el eje del crecimiento y de la ampliación de la conciencia. Ya sea de manera consciente o inconsciente aprendemos biológica, social y culturalmente de esta manera. Es interesante entender que ampliar los territorios no siempre nos lleva a lugares muy luminosos. A veces ampliamos territorios que nos abruman o atemorizan, o que desarrollan aspectos internos que nos dañan.

El miedo a crecer tiene una justificación racional en el sentido de que muchas de las experiencias nuevas que hemos tenido nos han podido llevar a lugares de dolor. Lo he vivido yo y se que todas/os hemos pasado por ese tipo de situacioes. Por definición el primer brote de lo que llamamos crecer nace de un lugar incómodo y difcil, no por nada se le llama adolescencia a la pubertad. Adolecemos en ese proceso que implica definirnos, descubrirnos.

Lo cierto es que si cedes al ímpetu de explorar como se hace al crear o al meditar, y tu enfoque es el asombro y el descubrimiento, sin juicio, sin expectativa, la experiencia se convierte en sí misma en el regalo, el camino en el destino y todo esa repetida verdad. El destino es la alerta, la apertura el reconocimiento y la familiaridad con el infinito posible.

La apuesta de esta entrada es para que consideres, que cada vez que estas ante algo nuevo, diferente y único, puedes quedarte en la caja o salir a tocar el sol y que en ese simple gesto de estirar los dedos puedes descubrir el calor y la luz.

Juega y descubre, manteniendo la alerta. Y recuerda que todos los procesos de despertar son una forma de integrar las realidades dentro de ti.

 

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